Una gran parte de nuestro cuerpo está constituido por músculos, tejidos de un tipo especial que tiene la capacidad de contraerse y extenderse de acuerdo con las órdenes que reciben de los impulsos procedentes del sistema nervioso central.
¿Para qué sirven los músculos? Todos nuestros movimientos dependen del buen funcionamiento del sistema muscular. Muy bien podemos comparar los músculos con máquinas prodigiosas que transforman una gran cantidad de energía en trabajo y en calor:
- Basta señalar que los músculos producen una cantidad de trabajo equivalente al 55% de la energía empleada, mientras que una turbina de vapor apenas llega a producir 50%.
- Para trabajar tanto, los músculos necesitan alimentarse constantemente. En los momentos del esfuerzo físico, tiene lugar en todos los músculos del cuerpo diversas reacciones químicas que le permiten desarrollar toda esa cantidad de energía.
- En estas reacciones, en las que prevalece el azúcar, el oxígeno desempeña un papel fundamental.
- En efecto, mientras más trabaja un músculo, mayor cantidad de oxigeno exige de la sangre para efectuar la transformación de las substancias nutritivas de la energía.
- A la larga, la sangre no alcanza a satisfacer la creciente demanda de substancias nutritivas o de oxígeno para los músculos. Ese será el momento en que será necesario suspender el trabajo o el esfuerzo y tomar un descanso, para dar tiempo al organismo de que se recupere.
- Si no hacemos caso de esa sensación de fatiga y proseguimos el trabajo, se forman en el tejido muscular cristales de “ácido láctico” que impiden el funcionamiento normal. El dolor que se produce en los músculos lo experimentamos como una sensación de aguada fatiga. En otras palabras, por eso nos fatigamos.
- Por eso, el reposo permite que el tejido muscular absorba el ácido láctico y elimine el exceso de calor producido por el trabajo.